jueves, 17 de agosto de 2017

Venía escuchando de NL

Aquella canción, que me atrapó, guió y esperanzó tanto mientras vivía fuera.
La última vez que la oí, fue una versión nueva, una versión que tanto más me gustó que la original.

Yo estaba sentado, quizás bebiendo de mi cerveza, quizás bebiendo de mi té, cuando las cuerdas de la guitarra empezaron ese rasgueo inconfundible, que había escuchado incontables veces, en incontables ocasiones, y cuando la letra venía a mi mente, aquella voz, que he llegado a amar, empezó a cantar...

Sólo tuve ojos, oídos y concentración para aquella voz, disfrutando y acompañando cada subida, cada bajada, mientras la guitarra acompañaba, embellecía e incrementaba el brillo de la voz. Una sonrisa se depositó en mi interior, bien guardadita, de esas sonrisas que son comodines para los momentos de inseguridad, que te reafirman lo que sabes y te hacen feliz, te envalentonan y te llenan de energía para construir, soñar y amar.

Después de ese día que no había escuchado denuevo la canción, hasta que hoy, después de terminar de pintar la pieza y compartir el tabaco y la cerveza con los hermanos Contardo, me vi esperando una micro solo en el paradero. La música iba por la letra M, pues antes venía escuchando Magma, y al bajar en el abecedario llegué a la N, y entré sin pensarlo dos veces. Los primeros diez segundos del disco fueron necesarios para abstraerme de allí, y volver a sentir esa capacidad de amar; de amar a la distancia, de desear y soñar, de pensar y recordar; que había sentido mientras pedaleaba, solo, al sol, soñando con ese amor a destiempo, ese amor inconcluso y poderoso. Recordé las muchas veces que canté, pensando en ella, las muchas veces que me volví loco estando de pie en medio de una afloración de rocas moradas en medio de las montañas, seguro de estar en un punto energético que permitía a mi amor volar, cruzar el océano, la cordillera y llegar hasta ti.

Todo eso estaba a flote mientras escuchaba la canción, y pasó la micro. Terminó y la escuché denuevo...

Me bajé de la micro y caminé al siguiente paradero. Mientras esperaba llegó una micro a oscuras, sin ninguna luz interior encendida. Se detuvo frente a mi, y cuando le pregunté si llegaba hasta Macul, me respondió que se iba por Vespucio. Se encargó de preguntarle a cada uno de nosotros hacia dónde íbamos, y en caso de ser el recorrido que hacía matching con el destino, les recomendaba subir a bordo. Me dijo que en tres minutos venía la micro que me servía, que la había adelantado por Trinidad.
Las buenas noches le di, agradecido por estar ahí.

Pasó mi micro y llegué al depa haciéndome pipí. Saliendo del baño me senté a escribir.

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