jueves, 8 de marzo de 2012

Otra caída.

Es hasta poético pensar cómo una caída en bici fue una caída en general.
Una mala manera de empezar el año, una mala manera de actuar.

Sé que en un momento lo dije. No combinaría el alcohol con la bicicleta, no iba a actuar de un modo irresponsable, no quería ser ese tipo de persona. Pero en la práctica caí, caí mal y no supe actuar.

Pensé en ella como un sediento piensa en agua. Apenas asimilé la caída lo primero que me pregunté fue en cómo llegaría a su casa. Me miré las heridas, hice un gesto de dolor más dramático que real, recogí las cosas, me lamenté en vano y me puse a pedalear.
Con el golpe, reviví un poco. Aunque no mucho.
El alcohol en las heridas lo tomé como un costo por haberme mandado la cagá, aunque entre risas, besos y vino era hasta algo placentero. Ese masoquismo culpable.
La plata en reparaciones también.
Y no sé por qué seguí tomando.

Después, lo de siempre. Errores que vas acumulando, no pensar en lo que pasará, arrepentirte al día siguiente y estar allí en el limbo, sin saber qué pasará, sabiendo que te mandaste la terrible cagá, y lo que más queris en este momento es estar con ella. Saber que estarán allí, el uno para el otro.
Dejar de tomar para poder amar.