jueves, 20 de septiembre de 2012

Me voy a la playa

Y como era de esperar, mi no-polola se demora infinito en estar lista.

Y era el ruido del mar lo que me hacía ir. Pero no ese ruido cualquiera, sino el poder arrugar los dedos de los pies y sentir la arena que se queda pegada y te hace sentir bacán.
El viento que te trae ese olor, los sonidos de los pájaros que ya no se alimentan como antes, las páginas del libro se mueven solas y recuerdas cuando ese libro de mil quinientas hojas se te cae al mar y gritas: mierda.