viernes, 7 de octubre de 2011

Plebicito

Salí de mi casa, a comprar el pan porsupuesto, y escuché a una señora que en la plaza se podía votar por el plebicito. Me animé, salí con la bebé (mi perra) y voté. Sí, Sí, Sí, Sí.
Luego compré pan y disfruté el frío. Andaba con polera, pero no sentía frío. Osea, me acababa de bañar, entonce tenía el cuerpo caliente.
Pedí el pan y me vine caminando lento. Mi humor cambió cuatiamente y empecé a escuchar Seru Girán.
Después, me tomé una rica leche con plátano de once y después jugué un rato Half-life 2.

Y las nubes se veían requete bien. No eran nubes compactas, era como si no se hubiesen puesto de acuerdo en que llovería hoy, entonces sólo las que estaban provocaron lluvia, una lluvia lenta y en algunos lugares vacía.
No había música, sólo el repiqueteo de mis zapatillas y de las patas de la perra.
Corrí un rato con ella, está gorda y hay que hacer que adelgace.
Cuando chico me imaginaba poniendo a correr a la gente gorda cuando la veía, esperando, de un modo iluso, que adelgazaran.

Llegué.
Al final no vi el partido. Creo que el futbol no es una cosa para una persona sola.

Imaginen

Que toman un libro, lo abren por primera vez y comienzan a leer.
Es la segunda parte de una saga, la que cuenta la vida de un muchacho. Estoy en la parte de la adultez, que comienza con el período universitario del personaje principal.
Hasta allí todo bien. Pero empiezo a leer y simpatizar bastante con las ideas. De pronto las descripciones se parecen a las mias, y los pensamientos calzan con mi modo de pensar.
Leo una hoja y me asusto. Narra una historia tan parecida a mi vida que se me hiela la espalda. Busco un asiento en la micro, hay uno atrás. Me siento entre dos escolares e intento seguir leyendo. Más bien, releo lo leído buscando algún fallo, algún lugar al que aferrarme para convencerme de que no es mi vida biyectada a Sudáfrica la que está siendo narrada.
Sigo leyendo y poco a poco nuestras vidas se distancian. Sin embargo, el susto queda allí. Ver escritas sensaciones que pensé que nunca las podría poner en papel de ese modo.

Y ahora me siento mal. No mal. Enriabiado. No con rabia, más bien con ganas de nada, pero que todo sea distinto. Hace frío y quiero hacer mi cama. Pero mis pies no quieren tocar el suelo helado.
Estoy escuchando a Owen, mi mamá quiere que vaya a comprar pan. No quiero, me bañaré antes de ir. Me abrigaré, el día está helado.