martes, 13 de marzo de 2018

Mariela

Me cagaste. O bien la pajarita me cagó el ziptop. Fue chistoso encontrarme con la pequeña mancha, para que no olvidara que te soñé, en la noche de más frio y hermosa del último tiempo.

Exánime es el sustantivo que me viene a la cabeza después de pensar en el sueño en el que te me apareciste. De varias formas se revivió tu muerte, y la semana posterior, donde todo transcurrió sin saber cómo. De forma onírica fue tu muerte tal como describió tu hermano. Sin cadaver, sólo nos abandonaste.

En mi sueño todo sucedía denuevo. Te morías, de varias formas distintas. De lo que recuerdo del sueño fue:

Te morías y yo sufría mucho tu muerte. Lloraba y lloraba, quizás todo lo que no te lloré. Mucha pena se soltó.


En otra versión del sueño estabas ahí, después de muerta, de pie entre todos nosotros, apartada. Exánime como comenté arriba, casi como si durmieras, casi como si te estuvieras haciendo la dormida. Quizás riéndote por dentro, sabiendo lo que hiciste. Sin moverte, y sin perturbarte nosotros, permanecías allí, entre los vivos.


Abajo vienen los borradores de post que nunca terminé.

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Tu foto descansa en mi escritorio, bajo el monitor grande.

La respuesta es ninguna de las anteriores a la pregunta que me hacen de quién eres, con las alternativas: un familiar, tu polola o tu actriz favorita. Más bien preguntaron de quién era la persona de la foto, y después de mi respuesta, vino la pregunta: de qué habías muerto.

Debí haberle dicho que sí, que sí eras mi actriz favorita, que sí eras mi amiga. Que sí eramos de la familia. Una familia que se rompió con tu partida, y que los pedazos están desperdigados, sin que nadie sepa bien cómo volver a juntarlos. Te llevaste parte de la estructura y la amalgama que mantenía todo en su lugar.

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Rodeada de gente, entre una virgen gigante y una antena de comunicaciones yace tu lecho de muerte, la última superficie que te dio cobijo, que te sirvió en tu propósito.
Llegué de noche y no sé cómo pasar. Te imagino caminando por acá, con tu cara tan decidida, ida ya para nosotros.
Mientras subía el ánimo no flaqueaba, los pistones musculares nunca bajaron el ritmo. Quería llegar al lado de donde te fuiste, vine a leerte pero no leeré.

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El día lloraba cuando llegué a despedirte.
La ciudad llora aún tu pronta partida, fugaz andar que abandonó sus pasos para dedicarse a volar.



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Felipe