lunes, 25 de julio de 2016

Me veo en la necesidad

de volver a escribir.

Creo que hay un montón de situaciones por las que estoy pasando que será más fácil pensar para mi si escribo acerca de ellas. En realidad no es nada en particular de lo que quiera escribir, sino que es del conjunto de cosas que necesito expresar, pues sino de otra forma me convertiré en un neurótico.

Qué feliz me pone escuchar música. Pero escucharla de verdad. Cuando noto cómo cada sonido se distingue de los demás, fusionandose, mezclandose, y mi voz detrás de todo como un camión muy grande en un camino muy estrecho, que disfruta de lo que hace sabiendo que no canto bien.


Una vorágine que no hace bien. Que viene a sacudir una vida y que sorprende con la delicadeza con la que es capaz de afectarte. Como la noche, delicada y absoluta, un manto que todo lo cubre y que no se altera por nuestros deseos. Ya sea queramos que amanezca, o que permanezca la noche, al final las vueltas no las decide uno. Como que llegan.

Y es que eso es lo lindo de la vida. Y lo abismante. El papá de un amigo está enfermo y los eventos se suceden, como repitiéndose. Pero en alguien más. Ya no hay nada nuevo, sólo cosas que nos sorprenden. Y nos hacen reir, la mayoría.

Las drogas están tan presentes como en los últimos años, solo que ya no conocemos sus órbitas. Y cuando creemos que estamos bien es cuando más extraño es el mundo en el que vivimos. Volví a Bolaño, a leer un libro que me mueve de donde estoy, me saca de la micro y me pregunta. Hace que me pregunte y eso es algo que busco. Que perdí, y que recupero a tirones, recordando y corrigiendome, pues en realidad no necesitamos lo que está en pasado, y la nostalgia es un recurso del que disfruto demasiado. Por eso me tengo que recordar muchas veces lo importante que es el futuro y que de mi depende que sea mejor que mi pasado. Que lo que añoro no conduzca a