lunes, 19 de noviembre de 2012

El cómputo final fue

Cinco latas y más de doce cigarros el día de ayer.

Me bajó la pena y el enojo denuevo, la vida vuelve a ser una mierda.
No entiendo cómo pudo hacerlo.

Como un sueño

Desperté un poco confuso.
Cinco horas de sueño no son suficientes.
Pero, por un rato pensé que todo podía ser un mal sueño, que ahora todo estaba bien.

Me apene cuando comprendí que no...


Y, hoy en la mañana me di cuenta que el pulpo verde había desaparecido...

Siete

Así como ese capitulo que tantas veces pensé, solo que ahora el siete es por el piso en el que estoy.

Hay edificios al frente, más que los que me gustaría que hubiese, pero en fin.
Veo hacia el sur de Santiago, la ciudad en la que tanto he vivido, y en la que tanto me queda por vivir.
Hay muchas luces y me acuerdo de cuando chico, me encantaba mirar las luces e imaginar qué había. Mirar cómo los focos definían las calles, y esa titilación que le da movimiento y vida.

Estoy triste. Enojado y triste.
No solo triste por mi, sino por ella y por nosotros.
Sé que no debe ser fácil despertar y que todas las reglas hayan cambiado por lo que ocurrió anoche.
Que no supiste, o no quisiste parar de tomar, y que tus actos que ya no recuerdas, pero que sin duda disfrutaste, hayan hecho rotar tu mundo.
Como me encantaba citar: el mundo se ha movido.

Sin quererlo yo, ya nada es igual. Es uno de esos momentos donde la vida se ve frágil, donde hasta tus seguridades, que son pocas, fallan. Donde lo que no querías, ni esperabas que pase, sucede.

Y luego, te enteras que es probable que pase de nuevo, donde la concepción de error es una disculpa, pero no una nueva seguridad.
Es allí donde deseas que nada hubiese ocurrido. Que todo podría haber transcurrido bien, pero como todo siempre se complica, sale mal.

Y la solución? Correr por supuesto.

Y la explicación? Sabias que algún día pasaría.

No entiendo nada ni se que hacer.

Hoy ya debo llevar más de quince cigarros. El tabaco escaseó de pronto y quizás lo último que quede es lo que me dispongo a fumar ahora.

Y no puedo no imaginarla: bailando al frente de todos como si nada existiera, como si yo no existiera, poniendo esas caras que logré conocer para luego tomarlo de la mano y llevarlo fuera.
Y poner cara de hastío cuando se da cuenta que la están buscando y no va a poder hacer lo que quería.
Enojandose por ello.
Y quizás qué cosas màs.

Y me apena. Sin darme cuenta suspiro.

No entiendo cómo pudo...
Si sabía lo que pasaría.

Y, se me iba, en un adelanto a mi cumpleaños me regalaron zapatillas.