sábado, 10 de marzo de 2012

Me acordé de esa canción

Que fue casi un talismán, pero que sin embargo nunca entendí, nunca quise entenderla ni ver a qué se refería.
Y anoche, en medio de esa conversación con papas fritas, flor con semillas secada en sartén, jugo, helado de chocolate con queque de chocolate me acordé, como si lo hubiese olvidado por siempre pero de pronto me acordé.
Y ahora, después de despertar con ganas de quedarme acostado todo el día, de querer salir a trotar y saber que aún no puedo, pensando en que la vida no será plena, pensando en que de verdad esa vida de excesos parece seducir de un modo un tanto peligroso y que sin embargo, no nos preocupa, parecemos vivir plenos en dicha vida, sabiendo que lo hacemos mal, tomando para la risa todas esas historias, esas historias que muchas veces sólo nosotros podemos contar, riéndonos sin saber los otros que en su momento no fueron risas, fueron momentos de pensar, de cuestionarse qué estamos haciendo.

Y el internet está lento, y la batería se acaba y ese molesto ruido del microondas que te hace despertar, ya no fascinado porque descubriste cómo funciona, sino con ganas de no tenerlo, de no necesitarlo y vivir de otro modo, de uno más sano.

Y ganas de que sea invierno, cuando te ocultas en capas de ropa, el pelo te lo dejas crecer, la vida se vuelve un tanto más lenta y el sonido de la lluvia, ese sonido que sabes que escucharás muchas veces más pero no deja de ser.

Y ya sé. En un rato arreglaré la bici y saldré a dar una vuelta, entre todo el calor, pero saldré. Eso arregla todo, siempre lo hace.