domingo, 26 de febrero de 2012

Mochileo

Y llegué, estoy acostado en mi hamaca, en medio de ese desorden que me recuerda lo que vendrá, esa casa en la que viviré, con música fuerte hasta de noche, un poco de ropa en el suelo, un suave olor a perfume que no sentía de hace semanas, y mi bicicleta allí, que mañana la lavaré antes de sacar a dar una vuelta, esa que tanto ansío.

Y pienso que vivir es genial, estar en el centro de tu vida, volver del norte a bella, bajar sus chelas, sus papas fritas, leer, gritar, escuchar música denuevo, pensar en el amor, en las amistades, en la velocidad, en que debo cargar el celu, en que no encuentro nada en mi pieza, en que me hice un café con leche helado porque me quedaré hasta tarde acá, quizás pensando en lo que hice, en lo que haré, en lo que falta por hacer.

Y es que esa sensación de que mis dedos no se acostumbran al teclado, aunque escriben en el como si lo conocieran de toda la vida. Esa sensación de no acostumbrarse a nada, de querer que algunos días pasen, de hacer fuerza, de cansarse, de dormir abrazado a la nada y pensar en que la vida sigue, y la vida se pone cada vez más interesante, aunque no te des cuenta, que la familia sigue allí, siempre queriendote, pero de pronto ya no sabes si lo que quieres ahora es lo que querías antes.

Pero por sobre todo, ese sentimiento sobrecogedor de saber que todo saldrá bien, que todo es la cumbia y que el sol siempre sale, como en una isla en la que quise vivir.

Y sobre el mochileo¿ Algún día, algún día.

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