miércoles, 31 de octubre de 2012

Amundsen*

Casi siempre es igual.
Está oscureciendo, el arrebol es un triste recuerdo, pero aún hay luz suficiente; así que camino sin preocupaciones.
Siempre es en la calle, en la cual no hay autos, a pesar de que la luz correspondiente para ellos en el semáforo está en el color verde.
Así que yo cruzo, nada me puede pasar. En eso, escucho un susurro, una risa, una maldición y el sonido del caucho estriñendose contra el suelo, para luego oír un crujido y pensar: primero la rodilla, ahora vienen las costillas, para luego salir volando por los aires, mientras un auto que no soy capaz de ver se aleja en la penumbra.

Y mi último pensamiento seria: nunca pensé que Alberto Knox y Sofía andarían por acá.

* No sé si el apellido está bien escrito.

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