viernes, 29 de julio de 2016

De viaje por Santiago

Con explicaciones que no comparto, compartíamos la dicha provocada por nuestro descubrimiento: eramos amigos, nos queríamos mucho, y todo fue de una forma tan azarosa que nos asombraba y al mismo tiempo nos llenaba de felicidad.

Y es que teníamos en la sangre la capacidad de pensar de otra forma. Después de recibir los mejores estímulos del pueblo, luces, focos, led y oscuridad, un montón de dicha se apoderó de nosotros. Era asombrosa la posibilidad de estar ahi, de cómo me hubiera gustado tener la posibilidad de vivir lo mismo, cuando tenía dieciocho.

Al mismo tiempo que caía me asombraba. Habia mucho más de lo que imaginaba detrás de los ojos que miraban con una especie de relajado desentendimiento, y no lograba entender cuán dispuesto estaba a seguir cayendo. Compartimos la opinión que se forjó en nosotros, basada en un montón de estos pequeños desentendimientos que nos hacían aprender con cada segundo que estabamos allí, rumbo a mordor.

Al final, ya bajando la cerveza sosegó nuestra sed mientras veíamos a nuestro hermano caer enfermo. No podía estar pasando tal situación y para evitarla volvimos a casa. Después de mucho alcohol y de saber lo mucho que nos queríamos, dormimos. 

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